Hugo Chávez, a diez años de su muerte y cuánto ha mantenido Nicolás Maduro
Llegó al poder en 1999 tras ganar las elecciones con el 56,5% de los votos, fue uno de los políticos latinoamericanos más importantes del siglo XXI, puso a Venezuela en el mapa mundial, cambió el modo de hacer política, de cómo la gente participaba en ella, incluyó a los que antes no tenían voz y les dio ayudas sociales, haciéndoles sentir que contaba con ellos.
Pero también propició la alta polarización del país, se enfentó al sector privado, cerró medios de comunicación, fue calificado de autoritario por sus rivales y afianzó las bases de una economía que al poco de morir se hundió, por lo que el país entró en una crisis sin precedentes que aún persiste.
En sus largas alocuciones en televisión depuso ministros, expropió empresas, dio consejos y entregó casas. En su última aparición, en diciembre de 2012, tras anunciar que debía operarse por la reaparición del cáncer, lanzó la que también fue su última voluntad política.
Dijo que, si algo le pasara, su opinión "firme, plena, como la luna llena" ante un escenario de nuevas elecciones presidenciales era que se eligiera a Nicolás Maduro como presidente de la república.
Maduro fue un hombre fiel a Chávez desde sus inicios. Bajo su manto, fue constituyente, diputado, canciller y, finalmente, vicepresidente. "Chávez lo preparó, lo eligió", sostiene la historiadora Margarita López Maya.
Diez años después de la muerte de Chávez, Maduro sigue al frente de un país que sufre aún una crisis económica y política, que ha visto a siete millones de ciudadanos dejar su territorio y que está siendo investigado por la Corte Penal Internacional por suspuestos crímenes de lesa humanidad.
En BBC Mundo analizamos qué queda del legado de Chávez.
Venezuela conoció a Chávez el 4 de febrero de 1992 cuando, tras lanzar un fallido golpe de Estado, por primera vez, los medios le pusieron micrófono, focos y cámara y habló al país.
Seis años después, más de la mitad de los venezolanos votaron por él, hastiados de la política tradicional, la corrupción, la crisis financiera, económica y social que arrastraba el país desde los 80 y la exclusión social. Lo veían "como uno de ellos".
La otra mitad no obvió el golpe y lo miró con recelo.
Así, de 1999, año que fue elegido, a 2003 fueron años convulsos. En abril de 2002, algunos sectores militares y del empresariado lanzaron un golpe de Estado que lo mantuvo fuera del poder por 48 horas, a lo que siguió el paro del sector petrolero, el principal motor económico del país.
Con su popularidad en entredicho y la posibilidad cercana de un referéndum revocatorio que lo sacara del poder por las urnas, en 2003 aprobó la primera misión: Barrio Adentro, un programa social para llevar asistencia sanitaria primaria a los barrios gracias a un convenio con Cuba que implicó el intercambio de barriles de petróleo venezolanos por médicos integrales de la isla.
A partir de ahí y con ayuda del alto precio del barril de petróleo hizo de las misiones su marca de gobierno. Entre 2003 y 2012, con repuntes en periodo electoral, lanzó un total de 31 que abarcaban desde la salud, educación y alfabetización hasta vivienda.
Muchas consistieron en bonos, ayudas económicas directas. En otros casos, atención o formación.
"A mí Chávez me dio.." o "Gracias a Chávez tengo.." eran de las frases que más escuché en los barrios populares de Caracas, donde viví por más de diez años. Era raro que alguien no se hubiera beneficiado de alguna misión.
Para los detractores fueron un instrumento populista de control social y de compra de voluntades y votos que disparó el gasto sin control ni contraloría y que no arreglaba los problemas estructurales del país.
El inusual aumento del precio mundial del barril de petróleo en una economía dependiente de este rubro ayudó a empujarlas. Y a empujar a Chávez políticamente.
"La economía mejoró y empezamos a inventar más misiones. Y empezamos a remontar en las encuestas, y las encuestas no fallan. No hay magia aquí, es política", dijo Chávez.
Maduro continuó con las misiones. Pero, como indica Luis Vicente León, presidente de Datanálisis, entre ambos "no hay comparación ni en su ejecución ni en su uso comunicacional".
La disponibilidad de recursos tampoco es la misma. Y así se ha visto en su transformación y en cómo llegan a la gente.
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